La semana pasada vivimos lo que es cenar a la luz de las velas, y no precisamente por romanticismo. El apagón que afectó a la península nos obligó a improvisar cenas sin electricidad, recordándonos cuán presente está la luz en nuestra experiencia diaria.
Modular la luz en la mesa para satisfacer los gustos de todos en una comida familiar o con amigos siempre es un reto. Hay quienes prefieren más luz para ver bien los platos y quienes optan por una luz más tenue para crear un ambiente más íntimo. Pero, ¿realmente influye tanto la luz en cómo percibimos la comida?
Hoy hemos querido dedicar esta edición a la iluminación durante la comida, ya que, al parecer, no solo crea ambiente, sino que también influye en nuestras elecciones alimentarias.
COMER CON LUZ. Un estudio del Cornell Food and Brand Lab reveló que los comensales en restaurantes con iluminación tenue consumían un 39% más de calorías que aquellos en espacios bien iluminados. La luz brillante nos mantiene más alerta, lo que nos lleva a elegir opciones más saludables. Por el contrario, una iluminación más suave puede inducirnos a relajarnos y optar por platos más indulgentes.
COMER A OSCURAS. En el otro extremo, encontramos restaurantes que llevan al límite la experiencia y apuestan por ofrecer menús totalmente a oscuras. Una experiencia que muchos definen como una auténtica vivencia sensorial.
Al privarnos de la vista, nuestros otros sentidos se agudizan, permitiéndonos saborear, oler y sentir la comida de una manera completamente nueva. Esta propuesta busca que los comensales se concentren en las texturas, aromas y sabores de cada plato, ofreciendo una perspectiva diferente de la gastronomía. El concepto se originó en Europa hace décadas y ha ganado popularidad en todo el mundo.