Te levantas del sofá, subes las escaleras, cargas con la compra… ¿fuerza o costumbre? Cada uno de estos gestos cotidianos son una prueba diaria de tu capacidad física, aunque no lo parezca. Y la realidad es clara, si te da pereza moverte ahora, imagina dentro de 10 años. No se trata de pasarse horas entrenando, pero sí ser consciente de que el movimiento de mañana se construye hoy.
La masa muscular no es solo “el músculo que se ve”. Es un tejido metabólicamente activo que regula funciones vitales del organismo. Entrenar fuerza y tener más músculo, mejora de forma directa cómo tu cuerpo utiliza la energía, cómo responde a los alimentos y cómo se adapta al paso del tiempo.
Uno de los efectos más relevantes del entrenamiento de fuerza es la mejora en la sensibilidad a la insulina. ¿Y eso qué significa? Básicamente, que tu cuerpo necesita menos insulina para hacer el mismo trabajo: llevar la glucosa (el azúcar en sangre) a las células para que la usen como energía. Es como si antes necesitarás tres repartidores sudando la gota gorda para entregar un paquete, y ahora con uno solo, en patinete eléctrico (usa casco por supuesto), lo haces más rápido y sin esfuerzo. Tu cuerpo se vuelve más eficiente procesando los carbohidratos, mantiene niveles de azúcar más estables y, de paso, reduce el riesgo de diabetes tipo 2. Todo esto se traduce en una mejor gestión de la energía en el día a día: menos altibajos, menos antojos, y más sensación de estar “enchufado” en lugar de apagado.
Además, al aumentar la masa muscular, también se incrementa el gasto energético en reposo. Tener más masa muscular hará que gastes más calorías en reposo (sin hacer nada), igual que un Ferrari consume más que un Seat, ¿a quién no le gustaría ser un Ferrari de la salud? El músculo necesita más energía para mantenerse que el tejido graso, lo que significa que tener más masa muscular te ayuda a controlar el peso corporal de manera más eficiente, incluso sin aumentar la actividad física diaria (tomémonos esto como una ventaja metabólica y no como una oportunidad para aniquilar la despensa ya que “en reposo gasto más que soy un Ferrari”).
Otro beneficio es el impacto en la densidad mineral ósea. Es un 2x1, el entrenamiento de fuerza genera tensiones mecánicas sobre los huesos, lo que estimula su regeneración y fortaleza. Fortalecer el músculo fortalece los huesos. Esto reduce el riesgo de padecer osteoporosis y fracturas, sobre todo a medida que envejecemos.
Tampoco podemos olvidar la función inmunometabólica del músculo. Un músculo bien entrenado libera mioquinas, unas sustancias con efectos antiinflamatorios que ayudan a regular el sistema inmune y combatir estados inflamatorios crónicos, que están detrás de muchas enfermedades modernas.
Por eso insisto tanto en que el músculo no es solo una cuestión de estética o rendimiento deportivo. Es salud en estado puro.