En la segunda entrega de la fabulosa serie Feud titulada Capote vs. The Swans se narra el enfrentamiento entre el autor de A sangre fría y el selecto grupo de mujeres de la alta sociedad neoyorquina que le dejaron entrar en su círculo íntimo. Mujeres elegantes, bellas, poderosas y glamurosas a las que Truman Capote llamaba sus "cisnes" y a las que traicionó en su obra Plegarias atendidas desvelando sus secretos y dramas personales. En consecuencia los “cisnes” condenaron al escritor al exilio social como venganza, algo que lo llevó a un viaje de autodestrucción del que jamás se recuperó y que finalmente concluyó con su muerte. Esta forma de devorar a los cisnes se muestra realmente bien en una de las escenas de la serie en la que Truman manda a su cocinero robar un cisne de Central Park para comérselo.
¿Por qué te contamos todo esto? Pues porque precisamente este gesto representa un acto realmente controvertido, ya que históricamente el cisne ha sido considerado un alimento prohibido reservado a la corona. Uno de esos alimentos tabú de los que hablaremos en la edición de hoy.
TABÚ: Un tabú es, según la RAE, la "Prohibición de tocar, mencionar o hacer algo por motivos religiosos, supersticiosos o sociales", por lo que en algunos casos, el tabú alimenticio se relaciona con cuestiones religiosas, como sucede con los musulmanes y judíos que consideran el cerdo como impuro, pero también tiene que ver con cuestiones de salud o higiene o con la percepción cultural del animal en particular.
Los investigadores Daniel Fessler y Carlos David Navarrete analizaron cerca de 78 culturas diferentes y concluyeron que la mayor parte de los tabúes alimentarios se refieren a la carne y a los subproductos del despiece animal.
VIAJE AL RECHAZO: Si damos una vuelta por el mundo, nos toparemos con que en California no podremos tomar paté de pato, o que nuestra mítica receta de lubina al horno es algo inconcebible en Gran Bretaña, Bélgica y Estados Unidos ya que prohíben su consumo con el fin de evitar su desaparición. Las semillas de amapola que lleva la última elaboración de la panadería de nuestro barrio serían un imposible en Singapur donde son consideradas como droga, y por supuesto, nada de arroz con conejo en países como Japón. Qué decir de pedir vacuno en la India, o de lo difícil que nos resultará poder encontrar carne de caballo en Estados Unidos, Inglaterra o Australia.
Alimentos que desde nuestro prisma resultan imposibles de imaginar en un plato son el ingrediente principal en otras culturas, como el perro que es consumido en China, Corea, Congo y, ojo, también en Suiza. Lo mismo ocurre con el gato, un habitual en la gastronomía de China, Corea y algunas zonas de Perú y las ratas (Ghana, Tailandia y México), arañas (Laos, tribus amazónicas) o insectos (Asia, África, tribus amazónicas, sur y oriente de México), que no resultan repugnantes en estos lugares del mundo. Pero claro, con la misma cara de asco nos miran otras culturas mientas nos ven comer caracoles, vísceras, oreja de cerdo o morcillas…
Comer es también un acto político, cultural e ideológico. Los alimentos que nos parecen tabú definen en gran parte nuestras creencias, fobias o rasgos culturales más profundos. Dicen que somos lo que comemos pero desde nuestro punto de vista lo que no comemos también nos define; explica lo que queremos o no queremos ser. Somos también lo que no comemos.