No es una metáfora que tengamos un nudo en la garganta en momentos de nerviosismo o que al enamorarnos sintamos mariposas en nuestro estómago, en el interior del aparato digestivo se decide gran parte de nuestra salud y bienestar. Para ser exactos, a lo largo del tracto intestinal y, sobre todo, en el intestino grueso, hay un complejo ecosistema de microorganismos que condiciona en gran medida nuestro funcionamiento. Lo que conocíamos vagamente como "flora intestinal" se trata en realidad de más de 39 billones de microorganismos, en su mayoría bacterias —y, en menor medida, hongos, virus, arqueas, levaduras o protozoos— con funciones totalmente diferentes entre sí, cuyo equilibrio y diversidad debería encabezar nuestra lista de prioridades diarias. Es la llamada microbiota intestinal.
DESCUBRIMIENTOS: Los descubrimientos sobre la microbiota constituyen una de las mayores revoluciones de la historia de la ciencia y la medicina. A lo largo de este tiempo se ha descubierto que la función principal de las bacterias que habitan en nuestro intestino es evitar las enfermedades. De hecho el desequilibrio de la microbiota está relacionado con enfermedades como la diabetes, la obesidad o la desnutrición, pero también afecta a nuestro desarrollo neurológico e inmunitario.
ESTADO ANÍMICO: Sobre la conexión intestino-cerebro se han descubierto ciertas curiosidades como que el 90% de la serotonina, una sustancia realmente importante para las neuronas, se produce en el intestino. Un estudio reveló que tras alimentar ratas sanas con microbios del intestino de gente deprimida, éstas empezaron a mostrar comportamientos de ansiedad y síntomas de depresión. Pero no es el único experimento que conecta cerebro, intestino y microbiota; un grupo de investigadores de la Universidad de Granada publicó un estudio sobre los mecanismos que vinculan la microbiota con el neurodesarrollo infantil. En concreto, comprobaron que la microbiota contribuye al desarrollo de la inteligencia y la memoria a través de microorganismos probióticos y de los metabolitos de la histidina (aminoácido encargado de fabricar enzimas y proteínas y que ya se había relacionado previamente con la cognición).
COMUNICACIÓN: Es posible que también la microbiota influya en nuestro comportamiento con la comida. Ensayos con moscas de la fruta han demostrado que su microbiota influía en el tipo de comida que querían, lo que quizás signifique que los microbios son capaces de decirle al cerebro qué comida darles. El intestino es como un jardín en el que decidimos constantemente qué plantar y hacer florecer. Si nuestra comida es saludable alimentamos bacterias a las que les gusta la comida saludable. Si ingerimos comida basura, alimentamos bacterias que aman la comida basura.
Es necesario investigar mucho más para comprender cómo los microbios influyen en que estemos sanos o enfermos, pero, nos guste o no, necesitamos a la microbiota y ella nos necesita a nosotros. Siempre que seamos capaces de mantener la paz con estos microbios, contaremos con un potente aliado.