Estás en el supermercado eligiendo una docena de huevos, ¿de gallinas criadas en libertad con sello de Bienestar Animal o este otro envase que no pone nada? La diferencia de precio es considerable pero echas en tu cesta aquellos que llevan un sello que garantiza las buenas prácticas. Cada vez son más las personas que buscan más allá del producto, tal y como refleja el informe Otro consumo para un futuro mejor, elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que apunta que en torno al 70% de los entrevistados se decanta por comprar productos movidos por criterios de sostenibilidad, y eso a pesar de que todavía existen muchas barreras en cuanto al conocimiento y la información de este tipo de productos.
SELLOS: Una de las funciones de los sellos y certificaciones de bienestar es precisamente esa, la de aclararle al consumidor las dudas sobre cuestiones como la alimentación de los animales o las instalaciones en las que han vivido. Seguro que te has cruzado en tus compras con productos que incluyen el Certificación de Bienestar Animal de AENOR, un sello homólogo del europeo Welfare Quality.
QUÉ SIGNIFICA: Este sello se concede en base a un protocolo en el que se miden las condiciones de trato a los animales en las explotaciones atendiendo a cuatro parámetros: la alimentación, el alojamiento, el estado sanitario y la relación y el trato. Según el Diario estos son los procedimientos que se llevan a cabo.
Alimentación: los auditores estudian la dieta del animal, que debe ser equilibrada y en las cantidades requeridas, así como el estado visual para comprobar que no sufren desnutrición ni problemas asociados a esta. También se comprueba que el animal disponga siempre de agua en condiciones, así como que se le proporcionan los suplementos necesarios.
Alojamiento: el animal debe disponer cuando hace calor de alguna zona refrigerada donde protegerse, así como de lugares con calefacción y secos cuando hace frío. Además debe poder elegir libremente si quiere estar en el exterior o el interior. En el interior, por otro lado, debe poder moverse con libertad y comodidad. También se valora la limpieza del animal según el estado de las distintas partes de su cuerpo que los auditores evalúan.
Salud: En este campo se evalúa no solo si los animales están sanos sino también qué controles se llevan sobre la salud de los mismos. Así como si el veterinario acude regularmente a la explotación, si sigue una pauta sanitaria preventiva o si viene con rapidez cuando se presenta un problema. Se evalúa también el porcentaje de mortalidad en la explotación o la ausencia de prácticas dolorosas para los animales, como el corte de colas, de cornamenta, etc.
Trato: Además de comprobar la ausencia de malos tratos, por ejemplo observando la distancia a la que las vacas, las ovejas, los cerdos, etc., reculan ante la presencia humana, se comprueba que la relación entre el propio rebaño es buena, que no hay miembros excluidos o marginados.
En resumen, y tal y como fija la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), un producto de origen animal obtiene el certificado de bienestar cuando durante su vida “está sano, cómodo, bien alimentado, seguro y no padece sensaciones desagradables como dolor, miedo o desasosiego”. Ahora ya sin dudas, si lleva sello… a la cesta.