Hay sonidos que dan hambre: el pan al romperse, el burbujeo del aceite… pero ninguno tan adictivo como ese "crack" del primer mordisco al pollo frito. Dorado, sabroso, jugoso por dentro y con esa costrita que parece obra de ingeniería culinaria.
Hoy, abrimos alas (de pollo) para contarte todo lo que hay detrás de este clásico irresistible.
Origen. El pollo lleva siglos en nuestros platos, pero ha sido en las últimas décadas cuando se ha convertido en el comodín de cualquier dieta. Pechuga, muslo, alitas… cocido, asado, al curry, al limón o frito.
Beneficios. Durante años, la pechuga fue la reina de las dietas saludables. Baja en grasa y alta en proteína, pero ahora, según nutricionistas, los jamoncitos (muslos) están ganando protagonismo. ¿La razón? Aportan más sabor, tienen mejor perfil nutricional (más hierro, zinc y vitaminas del grupo B), y además contienen grasas saludables que ayudan a absorber nutrientes.
Pollo frito. Su origen se remonta a épocas coloniales, cuando técnicas africanas de fritura se fusionaron con recetas europeas. De ahí, saltó al estrellato global. Hoy lo encontramos en miles de versiones: con especias, con rebozados distintos, picante… pero siempre con la misma promesa: el primer bocado es pura gloria.
El pasado domingo 6 de Julio se celebró el Día del pollo frito, ¿te animas a prepararlo en casa? Nuestros amigos de Coren proponen esta receta sencilla de jamoncitos con su pollo de corral en la AirFryer.